
Digámoslo de una vez, el tema de mi columna no tiene nada que ver con el bling bling, ni con un balbuceo mediático con elementos de lenguaje viril: pico, récord, rendimiento, hazaña, conquista, lucro. No, sugiero un viaje a Vieillistan, esa extensa región llena de enclaves, cada vez más poblada y precaria. Ni un céntimo turístico, ya que este destino ha desaparecido del imaginario colectivo. Tanto la cultura de sus aborígenes, como la fundadora de nuestra sociedad actual, es despreciada.
La vejez se te mete debajo de la piel. Como una carga insidiosa. A veces temprano, alrededor de los 50, en el trabajo, cuando te echan, tú y tu experiencia, este desecho arqueológico. A veces brutalmente, ante el paternalismo expeditivo del médico: “¡A tu edad, el dolor es normal mi pequeña dama!” La mayoría de las veces gradualmente. Cuando partes insospechadas de tu anatomía salen del silencio y te invaden de sensaciones desconocidas. Cuando tu vida con sus recuerdos obsoletos, su lentitud contemplativa, sus angustias, cabrea a todos. Cuando te das cuenta de que nadie te necesita más. No más niños que hacer o cuidar niños. No más volver a la escuela para prepararse. Sólo tu salida que te instamos a anticipar hasta el más mínimo detalle.
“Hay que tener cuidado con los que ya están acostumbrados a aburrirse. Una vida interior no se inventa con la edad.
Entonces, un día, miras tu nuevo alojamiento “protegido”, al norte de la nada, te dices a ti mismo que nos hubiera gustado construir un gueto que difícilmente podríamos haber hecho mejor. Todo parece planeado para no demorarse. Edificios sin lujos. Un callejón desnudo asfaltado, flanqueado por algunos bancos, iluminado H/24 por las cincuenta sombras de los motores prensados de los vehículos de los repartidores, los cuidadores… cuyos servicios son cronometrados y cuyos salarios son miserables. Buscan su talento en otra parte.
Tendrá que familiarizarse con esta colección de residentes. Aprende a apreciar tu infantilización de nuevo. Doma tu dolor para ver que X se convierte en una sombra, Y y Z en polvo. Tenga cuidado con aquellos que ya están acostumbrados a aburrirse. Una vida interior no se inventa con la edad.
Los peores son aquellos que antes pensaban que eran alguien importante en su vida. Estos subliman su agresividad detrás de sus persianas espiando, intrigando y denunciando. Los hay que nunca verás, porque pasan sus horas verticales en horizontal. Hay quienes se aferran a su resaca, como a una boya rota. Está la que viene a tumbarse en la calzada con la esperanza de que por fin alguien venga a cuidarla o la atropelle.
Mutualizar la vitalidad
Aferrarse se convierte en tu cámara. Entonces recurres a aquellos que todavía tienen poesía dentro para poner música a sus vidas. Pones en común tu vitalidad, para consolarte, distraerte y alejar ese terror animal de acabar en un SEM, esas cajas donde el invierno nunca deja de morir.
Y cuando llegan las olas de calor, que convierten tu apartamento en una tostadora, y te asignan un noveno encierro, rezas para no asfixiarte. A veces rezas para que no vuelva a amanecer. Si tienes fuerzas, coges el autobús y te paseas por los Migros para encontrar algo de frescor y verdor en el departamento de Jardines…
¿Por qué no rehabilitar Vieillistan como un destino de futuro, fresco y deliciosamente vintage, donde a partir de ahora los hábitats, la vida social, los cuidados dejen de ser un campo en expansión destinado a la recuperación liberal a bajo coste?
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Virginia Oberholzer